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jueves, 29 de marzo de 2012

¡Que te diviertas, compañero!





Te conocí hace ya muchos años.


Acababa de terminar el MIR de Familia.


Corría el año 2001.


Era mi primer contrato de Medicina de Familia.


Realizaba la sustitución de vacaciones de tu compañero.


Venía cansado.
Tras una guardia.
Porque entonces no se descansaba al día siguiente.


Era mi primer contrato.


Y encima ya comenzaba tarde.
Porque no sabía dónde estaba el consultorio.


Recuerdo el agobio de tener que buscarlo.
De tener que preguntar a las personas que había por la calle.
Por entonces no existían los GPS.
Creo.


Recuerdo el agobio de encontrarse en la sala de espera lo que a mí me parecieron al menos 100 personas.


De sonar el teléfono nada más abrirla.


Y de tener que salir a un domicilio urgente por un posible accidente cerebrovascular agudo.
Que después se confirmó.


De volver nervioso por la gran cantidad de pacientes que esperarían desde el principio.


Y de no encontrarme casi nadie delante de mi puerta.


Gracias a ti.


Creeme que ahora tengo tablas.
Entonces no las tenía.


Desde aquellos momentos nos hemos ido cruzando muchas veces.
En guardias.
En sustituciones.


Hasta que, a partir del 2007, la diosa fortuna nos puso en el mismo barco.
En Estepa.
Dónde he tenido el privilegio de formar parte de tu equipo.


Durante el tiempo que te he conocido, siempre has sido tolerante.


No olvidaré esos desayunos.
En la que arreglábamos el mundo en cinco minutos.
Y lo deshacíamos al sexto.
Justo cuando había que volver otra vez a la consulta.


Desayunos, en los que participabas activamente.


Te quedan tus vacaciones.


Pero oficiosamente te jubilas, compañero.


Curtido en mil campos de batalla,
fuiste enfermero primero,
médico después,
y eres persona antes que cualquiera de las dos profesiones.


Y no una persona cualquiera.
Si no una de las buenas.


Quizás se eche de menos que, desde altas instancias, se os premien un poco más.


No solo a ti.


A todos los que, como tú, os jubiláis.


A todos los que habéis dejado media vida currando.
Siempre al servicio de los ciudadanos.


Yo no te ofrezco un regalo.
Porque el regalo me lo llevo yo.


Y es la admiración que te tengo.


Disfruta tu tiempo libre.
Te lo mereces.


¡Felicidades, Paco!