Es un creative commons

viernes, 18 de febrero de 2011

Incongruencia.


Hoy me he sentido un poco quemado.

¿Por qué?
Porque he tenido que trabajar a un ritmo muy alto.
A un ritmo que no me ha permitido disfrutar de mi profesión.
Y a mi me gusta mi trabajo.
Mejor dicho, me gusta mucho mi trabajo.

Pero cuando la presion asistencial es tan alta, llega un momento que es imposible relajarte en la consulta.
Al no relajarte, vas muy acelerado.
No te permite pararte y tomártelo con calma.
Reírte con los pacientes.
Preguntarle por sus familiares.

Y es que cada vez tengo más pacientes en mi cupo.
Pacientes que se cambian de otros cupos.
Por diferentes causas.

Son pacientes que regularmente van a las consultas.
Que piden citas.

Y empieza la incongruencia.

Al tener cada vez más pacientes, mi lista de espera aumenta.
Eso provoca un aumento del número de "urgencias".

Que son realmente no demorables.
Son gente que quiere que se le atienda en el día.

Y se van intercalando con los citados.

Con lo que aumenta mi estrés.

Tenéis que saber que en mi Centro de Salud, cada médico atiende sus pacientes.

Yo no sirvo para dedicarme solamente a la actividad asistencial.
No creo en el prototipo del médico encerrado en la consulta.
Muestra de ello es este blog.

Por ejemplo, llevo la Forma Joven.
Atiendo a los adolescentes en los institutos de secundaria de Estepa.

Eso conlleva aparejado realizar también cursos de preparación.
Para poder tratar con adolescentes.
Para poder contactar con ellos.

Un trabajo que además no quieren realizar otros compañeros.

Pues bien, eso me recorta la actividad asistencial.
Me limita la agenda.

Por tanto aumenta mi lista de espera.
Y los pacientes entran como "urgencias".

Y completamos la cuadratura del círculo.

Perdonadme, hoy ha sido un día duro.
Y estoy cansado.

No obstante, no cambiaré un ápice mi forma de ser.

No cambiaré mi forma de trabajar.

No cambiaré el dedicar el tiempo que estime necesario en cada paciente.

Aunque sea más lento que los demás compañeros.

Aunque tenga más pacientes en mi cupo.

Ahora mismo no se me ocurre solución ante esta incongruencia.

Pero la encontraré.

Es fin de semana.
El lunes habré cargado las pilas.
Desconexión hasta entonces.

Dentro de dos días otra vez.

No darme mucha caña, por favor.

martes, 15 de febrero de 2011

Aprendizaje


El aprendizaje tiene una primera fase que la llamo autocrítica.

Se define por la RAE en su acepción tercera como juicio crítico que se realiza sobre obras o comportamientos propios.

Este concepto nos cataloga como humanos.
Y no como animales.

¿Porque quién lo hace todo bien?
Yo no, por supuesto.
Y te voy a decir un secreto.
Sí.
Tú tampoco.


Para empezar, es necesario pensar un buen rato.
Sí pensar, eso que en la sociedad postmoderna actual está mal visto.
Se requiere una reflexión de las actuaciones realizadas.
Se realiza un análisis pormenorizado.
Y a renglón seguido, encontramos situaciones que hemos hecho mal, o al menos que se pueden mejorar.

Para este primer momento se necesita tiempo.
Y capacidad.

Como veréis no todo el mundo tiene capacidad de reflexión.
Los radicales no la tienen.

La capacidad de mejorar pasa por la posibilidad de poder equivocarse.
Y en pensar que otras personas pueden hacer las cosas de otra manera.
Y encima hacerlas mejor que tú.

Visto que hemos detectado algo mejorable o errado, viene la segunda fase.

¿Cómo lo mejoro?

Para saber cómo se mejorar las cosas, es necesario documentarse.
Tanto con razonamientos humanos de personas más doctas , o también, en su caso, de material didáctico.
Mediante la lectura.

Debemos abrir la mente a otras opciones.
Aquí entrarían dos verbos: escuchar y comprender.

El buen uso de estas acciones determinan la capacidad de mejora que cada uno de nosotros tiene dentro de su ser.

Tampoco esto puede hacerlo todo el mundo.
O más bien no quiere hacerlo todo el mundo.

Una vez detectado un problema, buscado la solución, ¿qué queda?
Aplicarla.

Tercera fase del aprendizaje.

Porque hay mucha gente que sabe que hace mal las cosas.
Sabe cómo se hace bien.
Y le da igual.
No cambia su comportamiento.

¿Por qué?
Por orgullo.
Porque no le da la gana.
Por vagancia.

Vete tú a saber.

Lo importante es que no cambia su conducta.
Y por tanto no mejora.
No aprende.

Una vez aplicada la mejora, pasamos a la cuarta fase.

Debemos repetir el cambio producido, si se repiten las mismas situaciones.

Y a su vez seguir cuestionándonos la perfección de nuestras actuaciones.
Planteándose todo el proceso desde el principio si detectamos de nuevo una posible mejora.

Esto es a lo que yo llamo aprendizaje.

Por supuesto, requiere esfuerzo.

Pero es asumible si queremos ser mejores profesionales.
Si queremos ser mejores personas.