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martes, 28 de enero de 2014

Tiempo entre consultas.

 Extraída de Ciencia Kanija.

Seis minutos por paciente.
Quince minutos por aviso domiciliario.
Y media hora para desayunar.
Programadas de cuarto de hora.
Eso es lo que marca la agenda.

Todo totalmente irreal.
 
Tic-tac.
Tres pacientes con cuatro motivos de consulta.

Tic-tac.
Un paciente que ha necesitado veinte minutos.
Y yo se los doy.
¡Qué leche!
Independientemente de lo que marque la agenda.
 
Tic-tac.
Una urgencia que debo intercalar entre los citados.

Tic-tac.
Otra.

Tic-tac.
Este paciente no lo conozco.
Se ha cambiado de cupo.
Leo cuidadosamente su historial clínica.
 
Tic-tac.
Salgo corriendo de la consulta.
Le digo a el paciente de las once que espere un momento.
Aunque ya es su hora.

Tic-tac.
Me tomo el desayuno en cinco minutos.

Tic-tac.
Dos urgencias a las once de la mañana.
Las veo antes de comenzar los pacientes citados.

Tic-tac.
Entra el paciente que le tocaba cuando me fui a desayunar.

Tic-tac.   
El paciente de las nueve de la mañana.
Aparece ahora por la puerta.
Dice que olvidó la cita.
 
Tic-Tac.
Varios pacientes del cupo de otro compañero.
Tampoco los conozco.
Necesito ver informes clínicos de sus problemas.

Tic-tac.
Más urgencias.

Tic-tac.
Entra un paciente ya valorado por mí previamente.
Le ha dicho el farmacéutico que no tiene esa medicación.

Tic-tac.
Termino de ver toda la agenda.
Miro el reloj.
Casi cuarenta y cinco minutos de retraso.

Tic-tac.
Una hora para hace 2 avisos a la calle.

Tic-tac.
A ver si mañana puedo ir con menos retraso y hacer el aviso programado que debo realizar.
¡Éso no me lo creo ni yo!

Tic-tac.