Una de las labores de un médico de familia es intentar proporcionar una "buena muerte" a nuestros pacientes.
Creerme una actuación correcta en este sentido proporciona una tranquilidad importante tanto al paciente como a los familiares. Crea una relación emocional que hace agradable y útil nuestra profesión.
Para ello debemos estar bien formados desde el, punto de vista de la entrevista clínica. Un punto muy importante es saber escuchar, ser capaz de dejar expresarse a familiares y pacientes empatizando con ellos. Debemos abrir además, la posibilidad de contactar con el médico cuando deseen hacernos alguna pregunta u ocurra un empeoramiento del estado de salud de nuestros pacientes.
También por supuesto es necesario un adecuado conocimiento de los fármacos utilizados para dar una "buena muerte" al paciente, y una paciencia importante para poder explicar a los familiares la administración de los fármacos en caso de dolor en los diferentes estados del "proceso de bien morir".
Cuando sale bien es muy gratificante.
Pero he comprobado, en mi humilde opinión, que cada vez se entiende menos la muerte en nuestra sociedad actual.
La muerte es el final de un proceso, del proceso de la vida. Es inexorable. Llegará.
Yo le digo a los pacientes que me dicen que tienen miedo a morirse, que si quieren saber un secreto, se morirán seguro y yo también. Y todos los que vivimos.
A mí realmente no me da miedo morirme. Me da miedo que se mueran las personas que quiero.
Eso no quiere decir que no quiera estar vivo. Por supuesto que sí.
Espero disfrutar mucho de mi familia, amigos y mi profesión.
Mas la muerte se mira como algo incorrecto, falló la sanidad, un médico, alguien tuvo que hacer algo etc..
Es injusto, por supuesto que sí, que alguien muera joven.
Sea la causa que sea, no se lo merecerá seguro. Todavía será más difícil de aceptar si la muerte es brusca. En ese caso dejará un duelo en los familiares muy complicado de superar.
Pero no hay que buscar culpables. Casi nunca lo hay. No en la mayoría de los casos.
Y en los ancianos las cosas también se pueden complicar.
A veces familiares buscan de manera infructuosa seguir manteniendo con vida a una "persona" que prácticamente ha decidido irse de este mundo.
Se le intenta mantener con vida al precio que sea.
Los sanitarios debemos actuar sobre las familias haciendo ver que no se consigue nada alargando vidas sin vida, y que nunca serán culpables de acortarles esa electricidad interna que les permite seguir en el mundo.
Esto es más fácil si eres su médico de cabecera. Por eso solo cada paciente tiene uno.
Y es nuestra misión ganarnos su confianza.
Para así dar mejores muertes.
Para así ser más felices en nuestra profesión.
Tal vez algún día consigamos hablar de la muerte sin tabúes, seamos capaces de dejar por escrito cómo queremos morir, y poder hacerlo sin sufrimiento y con una sonrisa en la cara.
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