Día normal de trabajo.
Te vi en mi lista.
Era tu turno.
Pensé:
- ¿Y cómo le disminuyo el dolor a este hombre?
- ¿Y cómo lo animo?
Entraste decidido.
Seguro.
- Buenos días-dijiste.
Ibas más aseado que de costumbre.
Habías apurado el afeitado.
Tus facciones no podían estar más relajadas.
Tardaste bastante poco en llegar a tu asiento.
Te sentaste con comodidad.
Dejaste caer los brazos a ambos lados del sillón.
- ¿Cómo te encuentras?-pregunté.
- Mucho mejor.
Fui a la clínica del dolor y los anestesistas me han aliviado.
Me infiltraron a nivel de la zona lumbar.
Se me quedó paralizada un tiempo la pierna pero:
YA NO ME DUELE.
Tu voz transmitía gratitud.
Mirabas directamente a los ojos.
Sonreíste.
Yo también sonreí.
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